La vida urbana no sólo impacta en la estructura más visible. También ha ido trastocando nuestra forma de ver y entender el mundo y nuestro cerebro ha sufrido las consecuencias.
Estudios publicados en la revista "Psychological Science", realizados por un equipo de investigadores de la Universidad de Michigan, sugieren que un cerebro más relajado, que no está continuamente bombardeado por estímulos externos, funciona mejor. La sobrecarga de información que sufrimos en las ciudades afecta y hasta puede bloquear las funciones cognitivas.
Otra investigación, esta vez realizada por el antropólogo de la Universidad de Wisconsin John Hawks sostiene que el cerebro humano ha perdido una porción de materia gris equivalente a una pelota de tenis en tan sólo 200 siglos, a pesar de que sus funciones neuroquímicas han mejorado y eso nos ha afectado positivamente. El trabajo mostró que este cambio está determinado por los niveles de aglomeración propios de la urbe. Los expertos sostienen que cuando un gran número de personas convive en una determinada área geográfica, alcanzan mayor especialización del trabajo y una variada conexión social con otras personas. Ya no se precisa de tantas habilidades de nuestra inteligencia para sobrevivir.
La antropóloga Patricia Arenas apuntó que no es adecuado pensar en términos evolutivos que a mayor capacidad craneana mayor inteligencia. Según dijo, la historia nos dio una lección: los hombres de neanderthal tenían mayor capacidad craneana que los cromagnones que los sobrevivieron y que se encuentran asociados a productos culturales muy refinados.